Las calles del Guayaquil antiguo tenían eco. Era la voz de singulares personajes, quienes diariamente "pateaban" el asfalto -sin importar la lluvia o el sol- para ofertar sus productos o servicios y así sustentar a sus familias. Fueron esenciales en la cultura porteña, pero en la actualidad el avance tecnológico ha desvalorizado su labor, haciéndola poco rentable.
El oficio, indiscutiblemente, se vuelve más difícil; sin embargo, ellos se niegan a borrarse de la memoria guayaquileña y por eso siguen recorriendo más de cien calles al día o dedicando de 10 a 12 horas a su trabajo.
Algunos son generacionales; otros realizan el oficio por simple satisfacción, a pesar de que ya no son rentables; y un pequeño porcentaje ha desarrollado otras destrezas para subsistir.
Este es el caso de Fernando Yagual, Ernesto Constante, Clemente Loor, Luis Ávila, Antonio Bajaña y Alberto Haz Castro, quienes con sus instrumentos de trabajo se han desempeñado como soldador de ollas, sastre, afilador de cuchillo, vendedor de leche de chiva, de pescado en balde y de kérex, respectivamente.
Ellos se unen en esta página para revivir sus oficios, en medio de anécdotas.
Autor: Augusto Itúrburu - Estudiante de cuarto curso
Fuente: Diario Expreso