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  Arreglando las ollitas
 
Arreglando las ollitas 


"¡Todavía tienen arreglo, no las boten! ¡Sueldo ollas!, ¡sueldo ollas!"  era el grito que convocaba a las amas de casa, quienes presurosas sacaban sus ollas, jarras, platos de loza, charoles o bacinillas para reparar cualquier agujero existente.

El soldador de ollas ha acompañado los cambios monetarios del país: real, sucre y dólar.

Sus instrumentos eran martillo, ácido, cautines y barras de estaño que se derretían en un brasero de carbón. Todo este proceso se realizaba en los portales de las casas, los cuales se transformaban en talleres improvisados. 

Pero la aparición del plástico y la tecnología hicieron que estos maestros evolucionaran, cambiando la soldadura por la hojalatería.

Este es el caso de Fernando Yagual, quien heredó este oficio de su abuelo. Empezó a los 16 años y ahora, a sus 46, está dedicado a este trabajo. "Es sencillo pero necesita paciencia y cuidado, ya que siempre trabajamos con cautines calientes y derretimos estaño y ácido, elementos peligrosos pero indispensables".

Recuerda que hace un año se sorprendió cuando un cliente le llevó cincuenta ollas: 20 enlozadas y 30 de aluminio; tapó cada hueco con ahínco y cobró 200 dólares, lo que no es usual para él, quien está acostumbrado a ganar poco.

Fernando tiene su local ubicado en Lavayen 275 y Ayacucho. Allí no sólo es soldador, también es hojalatero y fabrica canalones, tuberías, campanas, trampas de grasa y todo producto que la gente necesite y que le permita sobrevivir.

Autor: Elizabeth Berrones - Estudiante de cuarto curso
Fuente: Diario Expreso

 
 
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