Mariscos al aire libre
El astro rey aún no sale; sin embargo, la bulla de la oferta y demanda entre comerciantes y clientes ya se inició en el puente de la A. Son las 05:40 y Antonio Bajaña está listo para llenar su balde de mariscos: corvinas, picudos, caritas y camarones.
Tiene más de veinticinco años comercializando esos productos y gracias a este oficio ha educado a sus tres hijos. Desde su puesto en un callejón de la Onceava y Camilo Destruge, dice que la modernización de la ciudad lo ha obligado a ocultarse; no así a su voz.
¡Venga! ¡Lleve, lleve! Son las típicas frases que le permiten atraer a sus clientes, quienes pagan $2,30 por la libra de corvina, $2,50 por la de camarón y $1,60 por la de picudo, que es el producto que mayor demanda tiene. Su ganancia final es de $5, valor que le preocupa, sobre todo porque antes podía conseguir el doble o más.
A pesar de existir grandes mercados para estos productos, Antonio tiene su clientela fija.
El precio y el crédito que brinda lo hacen el favorito. Son seis horas de jornada matutina; luego este comerciante regresa a su casa para cambiar el pescado por el pollo, producto que comercializa a partir de las 13:00, lo cual le representa un 25 por ciento más a sus ingresos. Así, Antonio se las ingenia para ganar cada dólar, asumiendo el esfuerzo como una labor necesaria para sobrevivir.
Autor: Jimmy Vera - Estudiante de cuarto curso
Fuente: Diario Expreso