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  Un septiembre negro en la historia ecuatoriana
 
 
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Hoy a manera  de  jubileo oficialista llega  hasta  nuestra memoria  social   dos  años del  suceso que  ha desencadenado  un sinnúmero de  criterios  concentrados  en la dicotomía  de si el  30-S  fue  un acto de  insubordinación   policial  o un torpe y  anodino intento de golpe de Estado. Si  bien es cierto  a la  hora de la  verdad  las  dicotomías  son  accesorias ante la violencia,  los saqueos,  la desesperación y  la  vulnerabilidad   a  la  que  fuimos expuestos.

La madre de Juan Pablo Bolaños,  no  entiende  de dicotomías sociopoliticas, no  entiende  de cómo  el  hecho generador  de  tantas  controversias  a nivel  político  e incluso   a  nivel  internacional  se  judicializó de una  manera  histriónica sin precedentes,  ella  solo   entiende que  esta  el  cuarto  vacío de Juan  Pablo, entiende las ausencias que  estos dos años  representan. Porque el 30-S, sin duda  alguna nos  muestra  dos  escenarios: uno de naturaleza política y otro el  caos que dejó 5 muertes aún sin respuestas, solo  la  consigna que de acuerdo a la versión oficial fue un triunfo de la democracia.

Mi reflexión se orienta a que los  sucesos del  30-S, se caracterizaron por el dramático  impacto  publicitario,  algo  ya  bastante  común  en  nuestros días, que sin  lugar  a dudas   se vicia la mente de la gente, y  hasta que  no  se ejerza  como   tal  una cultura  ciudadana,  crítica y   deliberante,  participativa;  hasta que los ciudadanos  perciban y  acepten  y  en ese  acto  de  aceptar  se elimine el  kitsch del   que nos  habla  Kundera,  de esa idealización  de la  que  formamos parte, y  con ello  se  genere un debate que ubiquen los hechos de manera objetiva. Soy  consciente, que ante nuestra  vulnerabilidad y  fragilidad  a  nivel  de  cultura  ciudadana es difícil  ser resistentes a la manipulación mediática donde  la  verdad  se  traduce solamente  verde-oficialista.

Es por ello,  que estos dos años del 30-S, que  aun mantiene  cicatrices abiertas de  un Ecuador fraccionado,  solo  nos  deja ese  sabor a perdida  y  pesar de un ataque inmisericorde donde se puso en riesgo la estabilidad  de  todos los ecuatorianos. Estos dos años nos dicen mas  claramente que  el acto de indisciplina y la  fragilidad  a la que nos  sometió  la policía,   jamás puede ser aceptada, ni puede ser justificada, ni perdonada,  pero  no  es menos  cierto que se pago un alto  precio  por la insensatez verde-oficialista. 

Autor: Anónimo  
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